Ahora que estamos casi todos en casa, cobran especial importancia las relaciones personales y en concreto nuestra capacidad de comunicarnos. Nunca habíamos estado tanto tiempo juntos, con una presión externa que es desconocida para nosotros a la par que impredecible. Entonces aparecen situaciones que nos superan y en las que decimos cosas que no deberíamos, y de las que nos acabaremos arrepintiendo…
En este tipo de comunicación existe especialmente una delgada línea que no debemos atravesar, ya que si lo hacemos, corremos el riesgo de repetirlo una y otra vez. Aquí es donde en muchas ocasiones perdemos el respeto por los demás y la «admiración» que tenemos hacia ellos. Lo que decimos en estos casos puede ser cierto o no, eso dependerá de cada uno de vosotros, pero la experiencia dice que por norma general, nuestras emociones nos traicionan y tendemos a exagerar la percepción que tenemos sobre los demás. La adrenalina nos juega una mala pasada. Mi recomendación es que cuando detectéis ese momento, respiréis, os guardéis el ego y busquéis las palabras adecuadas.
Estas habilidades se entrenan con la práctica, esforzaos en ello y evitad siempre atravesar la línea roja.
